Autocuidado, Infertilidad

INFERTILIDAD – Cuida lo más importante: TU

En los últimos años, se ha escuchado mucho de la importancia del autocuidado. En el ámbito laboral se habla de autocuidado para evitar el burn out  o desgaste físico y emocional. Dentro del ámbito personal se escucha de comer mejor, prácticas como la meditación y mindfulness; y en general, dedicarse tiempo a uno mismo para mantener un buen balance. Para la pareja se habla de que cada uno obtenga algo de espacio personal para mantener la estabilidad. En definitiva, estamos entrando en una ola social en que el cuidado de uno mismo cobra relevancia para el mantenimiento de la estabilidad y la salud emocional, lo cual tiene su impacto en la salud física.

Pero, ¿nos hemos puesto a pensar adónde se va ese autocuidado cuando estamos pasando por un momento o situación crítico como la infertilidad? Generalmente estos momentos o situaciones vienen cargados de muchas emociones: incertidumbre, dolor, ansiedad, tristeza, desconcierto, temor, que nos terminan inundando e impidiéndonos pensar con claridad y mucho menos cuidar de nosotros mismos. 

Realmente en situaciones difíciles necesitamos mantenernos enfocados y trabajar en lograr cierta sensación de control, pero las emociones nos lo hacen muy difícil sino imposible. La infertilidad lleva consigo una alta carga emocional y puede dirigirnos a un camino de autodestrucción, si no logramos manejarla de una manera adecuada. Es muy importante en estos momentos reconocer a pesar de los desafíos, de lo difícil que estamos viviendo, de que pensamos que nunca más podremos ser felices, es necesario cuidar de nosotros mismos y que ser egoístas en este cuidado de uno mismo ESTÁ BIEN.

La infertilidad a veces nos llena de culpa, de sensación de fracaso, de rabia. Por ello es importante saber que tenemos que hacer un alto y comenzar a mirar cómo estamos. ¿Estoy cuidando de mi mismo /a? ¿Estoy descansando lo suficiente, comiendo bien, manejando bien mis emociones? ¿Estoy pudiendo sacar lo que me hace añicos el corazón? ¿Cómo estoy canalizando mi frustración y mi tristeza?

Generalmente esto no lo hacemos y optamos por ignorar lo que nos está golpeando a la puerta. En estas ocasiones, podemos entrar en modalidades tales como “me desvivo por los demás”, “me entrego 1000% a mi trabajo” pensando que son remedios infalibles para disminuir nuestro dolor. Pero realmente lo que hacemos es aplicar un tipo de “anestesia” a ese dolor, ya que el mismo sigue ahí, latente. 

Una alternativa para manejar las situaciones difíciles que la vida nos presenta y seguirá presentando, es detenernos un momento, mirar hacia adentro y darnos un espacio a nosotros mismos para “apapacharnos” y cuidarnos. Para colocarnos en el centro de nuestra situación. Esto no es ser egoísta, sino una forma de reagruparse y ganar fuerzas para en un futuro poder retomar todas aquellas cosas que queremos, sentimos o pensamos que debemos hacer.

Siempre he dicho que “no puedo cuidar de otros si no estoy cuidando de mí primero” y siento que es totalmente cierto. Si la casa (uno mismo) no está bien, si los cimientos están débiles, si las ventanas están rotas, las puertas dañadas, las paredes feas y despintadas… ¡no puedes tener inquilinos! Si tú estás mal, triste, derrotado, sintiéndote fracasado o de poco valor, ¿cómo puedes cuidar de tu familia, de tu pareja, de tus potenciales hijos, de tu trabajo? La respuesta es ¡no puedes!

Entonces, si ahora mismo que me lees estás pasando por un momento difícil, si llevas tiempo intentando embarazarte y no se da, si has tenido pérdidas de embarazos, si te acaban de dar un diagnóstico de infertilidad, si estás pensando en separarte de tu pareja o recién estás viviendo una separación, estos tips de autocuidado pueden ser de mucho valor:

  • Ten paciencia contigo misma. No te critiques ni te abatas por cosas que sientes podrías haber hecho diferente. Date tiempo y espacio para hacer tu duelo por las cosas que no se han dado como tú esperabas y comienza de esa manera a sanar de tus heridas y a implementar cambios positivos para tu salud y tu vida.
  • Haz del dormir una prioridad. Tu cuerpo y mente necesitan del sueño para para reparar, sanar y funcionar a su nivel óptimo.
  • Encuentra alguna rutina física restauradora como el yoga, pilates, caminar o nadar. Evita actividades de alto impacto pues terminan drenándote más. La idea es enfocarse en ti mismo/a y “bajar las revoluciones”.
  • Come de manera saludable y balanceada, tratando de planificar tus comidas y teniendo a mano meriendas saludables. No se trata de hacer “dieta” sino de nutrir tu cuerpo de esos elementos que te ayuden a obtener energía, sentirse saludable, ligero y despierto. Uno que otro pecadillo no están del todo mal, pero la esencia está en el balance.
  • Aprende a decir “no” y evitar comprometerte en exceso en actividades sociales y/o laborales. Recuerda que es un tiempo de centrarte en ti mismo /a y reagrupar fuerzas. Tu prioridad debes ser tú, ¡sé un poquito egoísta!
  • Rodéate de gente con buena vibra y que representen más un apoyo que una angustia. Busca rodearte de personas que te hagan reír, que te relajen, que te entiendan y que no te juzguen. En los momentos difíciles el poder reírse ayuda enormemente a sanar.
  • Si tienes una pareja, haz tiempo para los dos y su relación, más allá de los compromisos y los deberes. La espontaneidad y los detalles hacen una gran diferencia.
  • ¡Saca tiempo semanalmente para ti! Algo que generalmente dejamos de último en la lista es dedicarnos al menos una horita a la semana para hacer cosas que disfrutemos. Puede ser una ida al salón de belleza, una hora para leer un buen libro, un buen baño, una caminata, verse con amistades, meditar o simplemente estar solo/a con uno /a mismo /a. Hazte esta pregunta a inicio de cada semana: ¿Qué voy a hacer por mí esta semana? Dedícate al menos un espacio cada día para ti mismo /a y verás lo mucho que recarga las baterías. 

Centrarnos en nosotros mismos definitivamente no es sencillo en esta sociedad en que vivimos en que todo vuela, pero definitivamente que es indispensable para sobrellevar y manejar mejor las situaciones difíciles que podamos estar enfrentando. ¡Que #TuMejorPlanB sea aceptar que puedes rebelarte contra aquellas cosas y gente que no te hacen bien, y rodearte de aquello que aporta a tu bienestar emocional y físico!

Infertilidad

INFERTILIDAD: En el 2018 “salimos del clóset”.

Hace algunas semanas ya, el mundo fue revolucionado por las declaraciones de la ex Primera Dama de los Estados Unidos, Michelle Obama en referencia a su paso por la infertilidad, los abortos espontáneos y cómo ella y su esposo Barack, decidieron en un punto de sus vidas someterse a tratamientos de fertilidad para concebir a sus hijas Malia y Sasha.

Estas aseveraciones generaron un revuelo instantáneo en los medios pues finalmente, una figura pública de gran notoriedad abordaba el tema con naturalidad con el mundo. Michelle Obama lo conversó de una manera tan natural, tan cándida que francamente dudo que haya una sola persona a la que no le haya sido posible empatizar con ella.

Michelle Obama habló de sus sentimientos de fracaso, de soledad y de culpa, que son parte de la vida de quienes tienen un diagnóstico de infertilidad y también de cómo decidió utilizar la ayuda disponible y tomar control de una situación que en la mayor parte de los casos termina controlándonos a nosotras. Habló de autocuidado y de cómo había comprendido que ella y sólo ella era absolutamente responsable de cuidarse y quererse tanto física y emocionalmente para llevar su “dificultad” a feliz término.

Pero las inspiradoras palabras de Obama no han sido las únicas que hemos podido escuchar durante este año. Una extensa lista de celebridades se abrió al tema de sus vivencias de infertilidad en el 2018, dejando ver que este es un tema que alcanza a muchas mujeres y familias en el mundo, sin distingo de edad, raza, clase social o nacionalidad.

Mujeres como Gabrielle Union, Lena Dunham, Nicole Kidman, Chrissy Teigen, Kim Kardashian, Tyra Banks, Courteney Cox y Emma Thompson, hablaron con franqueza sobre sus batallas para concebir y cómo las mismas les habían hecho llenarse de ansiedad, de culpa de frustración, de dolor y de rabia. Pero también hablaron de su proceso de toma de decisiones y de la manera en que tomaron control de su situación, se empoderaron y salieron adelante.

Algunas decidieron adoptar, otras usar un vientre sustituto, otras congelar sus óvulos. Unas se sometieron a fecundación in vitro, otras aún están definiendo el panorama… Pero los denominadores comunes para todas fueron la culpa, la soledad, y cómo sentirse de esa manera las motivó a compartir su experiencia para que nadie más tenga que vivirla de esa manera.

En Plan B, Maricarmen y yo somos fieles convencidas de que hay que hablar de la infertilidad. Hay que dejarle saber a nuestras amigas, vecinas, hermanas, parientes, compañeras de trabajo que esto sucede, que duele.  Reconocer con apertura que nos enfrentamos a una realidad que tal vez nunca consideramos nos podía tocar, pero que está ahí acercándonos a profundos miedos e inseguridades, y acechando a esa valoración que hacemos de nosotras mismas.

Recibir un diagnóstico de infertilidad acarrea una avalancha de emociones: primero saber o entender qué es lo que está pasando que no conseguimos convertirnos en madres; luego afloran sentimientos de frustración y cuestionamiento de “por qué yo”, de rabia, de dolor, de sentirse incompleto, fracasado o culpable. Todas estas emociones son naturales y esperables en un ser humano que pasa por un proceso de duelo (sí, la infertilidad ES un duelo: por la pérdida de la fertilidad que teníamos asumida, de las esperanzas de concebir naturalmente, de los hijos que se pierden en el camino, de las ilusiones). Pero en como todo proceso de duelo es importante poder y querer sanar.

Y un primer paso para poder sanar el duelo es sacarlo del sistema. Habla con tu pareja, con tu mejor amiga, con algún confidente, con un terapeuta. Escribe, pinta, pero exprésalo sin vergüenzas. Ataquemos la infertilidad quitándole ese “velo de misterio” que la rodea.  Así le robamos el poder y control que ejerce sobre nosotras y sobre miles de mujeres en todas las esquinas del mundo.

Tener un diagnóstico de infertilidad no te hace menos capaz de ser madre; solo te pone un obstáculo adicional que en nuestra opinión y la de muchos: ¡Te hace más merecedora aún de alcanzar esa meta por todo el esfuerzo que has puesto, estás poniendo y continuarás poniendo para conseguir la meta tan anhelada de ser mamá!

Sigamos a todas estas valientes mujeres que hablaron públicamente de sus experiencias, saquemos a la infertilidad del clóset, compartamos nuestra experiencia con otros y apoyémonos unos a otros en este camino para nadie más tenga que pasar por esto sintiéndose solo, devaluado, fracasado o incapaz. Somos muchas y muchos en este camino, ¡No estamos solos!

Infertilidad

INFERTILIDAD: Bebés Arcoiris – el rayo de luz luego de la tormenta.

Para muchas parejas la aventura de convertirse en padres viene acompañada de episodios oscuros y tristes producto de dificultades en la fertilidad y en ocasiones una o varias pérdidas de embarazos.

El sólo hecho de recibir un diagnóstico de infertilidad nos golpea como un balde de agua fría: aquello que pensábamos tan sencillo, natural y controlable, para nosotros representa un desafío y dificultad. Comienzan los exámenes, inyecciones, medicación y tratamientos que finalmente deben llevarnos a nuestra meta: tener un bebé sano en brazos.

Pero muy pronto, muchas parejas se ven confrontadas con una realidad adicional: la reproducción asistida, en ocasiones, también falla. No encontramos entonces ante la realidad de un tratamiento en que hay una prueba de embarazo positiva, pero cuyo producto (tu bebé) no llega a estar en tus brazos por algún motivo. Otro golpe más.

Dichas pérdidas, sin importar el momento del embarazo en que ocurren, suelen ser realmente devastadoras para una familia debido a todas las ilusiones y esperanzas que se ponen en ese bebé desde que se conoce el resultado positivo de la prueba de embarazo: por más discretamente que se maneje la noticia del mismo, la madre y el padre comienzan a crearse una imagen mental de ese bebé en que colocan todas sus esperanzas y deseos. Tras verse interrumpido ese embarazo, generalmente de forma abrupta, todas esas esperanzas e ilusiones deben interrumpirse de la misma manera, creando una especie de doble duelo para los padres. Por un lado el duelo por la pérdida de ese hijo o hija que ya no estará y por otro lado el duelo por la pérdida de todas esas ilusiones y anhelos.

El duelo por la pérdida de los hijos durante el embarazo es una experiencia que se vive muy en solitario, pues la sociedad nos envía el mensaje de que “de eso no hablamos”, “que como no nació se olvida rápido”, que “ya tendrás otro pronto” ignorando el hecho de que para una mujer o una pareja su hijo EXISTE desde el primer momento que se conoce del embarazo. La sociedad nos lleva a levantarnos rápidamente luego de la pérdida y seguir con nuestras vidas regulares, pero llevando siempre ese rayo de tristeza y de ilusiones rotas en nuestro corazón.

Pero mucho de esto cambia cuando conocemos la noticia de que hay un nuevo embarazo…a veces muy buscado y estudiado, otras veces casi sucede sin pensarlo demasiado, pero ¡Qué emoción y alegría nos vuelve a traer! Acompañando a esa alegría y emoción también pueden venir de la mano otras emociones que conectan directamente con la experiencia de pérdida anterior: miedo, ansiedad, tristeza al recordar al hijo que no llegó, culpa por tener un nuevo motivo de felicidad cuando también se sufre por la pérdida anterior. Todo este cúmulo de emociones son esperables y normales para una familia que se recupera de una pérdida y cuenta con la ilusión de recibir nuevamente un hijo, y es saludable convivir con todas ellas y darse la oportunidad de sentirlas y expresarlas de forma abierta.

A ese nuevo bebé, se le llama “bebé arcoíris”, ya que viene a teñir de color y felicidad la vida de una familia que posiblemente estuvo pasando por una época gris por su pérdida pero que ahora despierta a nuevas ilusiones y a una nueva esperanza.

Es importante destacar que este nuevo bebé no “reemplaza” al hermanito que no nació, no ocupa el lugar de otro, pues los hijos son únicos e irremplazables; cada uno debe contar con su individualidad y espacio dentro de la historia de la familia.

Si eres una de esas mamás que en este momento está en espera de su bebé arcoíris, o que ya tiene en brazos al suyo, es importante que sepas que ¡todas las emociones que estás viviendo son aceptables, son reales e importantes! Date permiso de sentir, de vivir y de agradecer a la vida el haber podido recibir esta pequeña bendición que vino para traer esa tan necesitada alegría a tu hogar y para recordarte que todas las heridas sanan con tiempo, amor y cuidados. La memoria de tu bebé estrella siempre permanecerá contigo y tu familia, pero tu bebé arcoíris será la prueba palpable de que la esperanza y el no darse por vencido traen su recompensa.

Infertilidad

INFERTILIDAD: La Historia de Ana

Mi primer embarazo nos tomó por sorpresa, y fue casi perfecto.  Sin embargo, tuvimos que interrumpirlo súbitamente a las 34 semanas, para salvar la vida de mi pequeña bebé.   Vivir el nacimiento de un primer hijo con tanta ilusión y a la vez tanto miedo es una experiencia dura como para repetirla muy pronto.  Así que esperamos.

Con miles de exámenes en mano y aún con algo de temor, decidimos intentarlo nuevamente cuando nuestra hija tenía ya dos años. Tras una pequeña espera, llegó ese segundo embarazo tal y como esperábamos. A las 8 semanas recibimos la noticia que no detectaban latido en mi bebé, y dejamos que la naturaleza siguiera su curso. Días se convirtieron en semanas, y finalmente una tarde de octubre me tocó vivir la difícil experiencia de un aborto espontáneo.  Asustada, sin saber qué hacer, continué con la normalidad de mi día y con mi día… o eso creí yo.

Años después de esta primera pérdida, ahora puedo ver claramente que aún con mi entrenamiento como psicóloga no entendía que estaba MAL.  Fue mucho tiempo. Nunca se me ocurrió ver un terapeuta o hablar de esto con nadie: no mi esposo, no mi familia, no mis amigas de toda la vida…nadie. Me encerré en mi propio mundo de amargura y de temor. Me incomodaba saber o ver que la gente seguía embarazándose y teniendo hijos y yo no.

La infertilidad secundaria viene acompañada por sentimientos y cuestionamientos duros.  Pocas personas hablan de eso.  ¿Cómo yo quejarme si ya tenía una hija? Creo que hubo momentos en los que incluso llegué a plantearle a mi esposo el separarnos… me sentía sola, alejada, y que él no podía verme o entenderme. Durante ese tiempo, él se volcó completamente en nuestra hija (¡Afortunadamente!) y desarrolló con ella un vínculo especial.  Verlo con la niña de sus ojos probablemente evitó que yo decidiera tirar todo por la borda, pero no apaciguaba mi frustración y dolor.

Dos años más tarde, más intentos de embarazarme: ciclos calculados, inyecciones, exámenes.  Al ser una persona sumamente ordenada y controladora, no podía asimilar cómo esto que quería tanto no lo podía conseguir.  Aún siguiendo al pie de la letra todas las instrucciones.

Recuerdo una tarde en que mis dos ginecólogas estrella (¡ellas saben quiénes son!) tras medirme una vez más tamaño de folículos y demás, y al ver mi cara de frustración porque lo observado no era lo esperado, me sentaron y me hablaron de manejar mejor mi ansiedad, de poder tranquilizarme, retomar hábitos de vida más saludables. Creo que por primera vez en todo este caminar de 3 ó 4 años, lloré de verdad. En ese momento comprendí que más allá de ese embarazo que tanto quería, me estaba perdiendo yo e incluso arriesgaba perder la familia que ya tenía pero que estaba ignorando. Y ahí me propuse un cambio.

Comencé a buscar ayuda para intentar mejorar mi relación con mi esposo, con mi familia, a retomar la comunicación con mis amigas, y mejoras mis hábitos de salud.  Empecé a trabajar en mí.  Así pude continuar con el proyecto, los chequeos, inyecciones y demás, hasta que luego de transcurrido un tiempo finalmente recibí la tan esperada prueba de embarazo positiva. ¡Al fin! ¡Lo logramos! Todo iba arreglándose y encontrando su sitio.

Seis a siete semanas después, un nuevo golpe: no había embrión en la bolsa. Esta vez decidí que no quería dejar las cosas a la naturaleza; tras una intervención poco agresiva en unos pocos días todo había terminado. Pero esta vez no me sentí lo vacía, lo sola o lo triste que la primera vez. Me sentía más cerca de mi esposo, de mi familia, de mis amigos, y mi actitud era diferente; no sé si más positiva o esperanzada o pragmática pues ya había pasado por esto una vez.  La realidad es que estuve más tranquila y decidimos pronto intentarlo nuevamente. Vengan más exámenes, más médicos, más inyecciones… pero nada.

Llegaba diciembre y tomamos la decisión de no hacer nada más de tratamiento hasta pasadas las fiestas, pues queríamos pasar un tiempo agradable en familia. El día antes de un viaje que decidimos programar, fui a cita de control con mi ginecólogo y su primera pregunta es: “¿tú te has hecho una prueba de embarazo?” A lo que respondo “no, cómo así”.  Su respuesta fue: “aquí se ve un saco de 5 – 6 semanas, que corresponde con tu fecha de último periodo”.

Fue así como recibí la noticia que debía prepararme para una nueva etapa, un nuevo reto.  Tras 38 semanas con riesgos de pérdida, sustos, monitoreos, ultrasonidos y exámenes, tuve finalmente en brazos al “macarroncito”.  Un niño que contra mucho pronóstico nació sano, a término, gordo y para nosotros, perfecto.

Hoy, dos años y ocho meses después de haberlo conocido por primera vez, no puedo imaginar darme por vencida. El esfuerzo, el sufrimiento, el dejar el pellejo en el camino, el crecimiento…. todo es parte de mi historia… de NUESTRA historia.

Vivir con infertilidad nos cambia la vida y la perspectiva para siempre. Lo vivimos en solitario pues da vergüenza (aunque no tiene por qué darla), nos duele en el alma y a veces no sabemos cómo manejar ese dolor. Pero al final del camino es una oportunidad de crecer, de conocerse, de buscar rutas alternas y de entender qué significa luchar por lo que se desea con el corazón.

Como profesional de salud mental, entiendo que hay mucho trabajo por hacer, pues la infertilidad es más común de lo que nos atrevemos a reconocer, y el apoyo es escaso. Aquí comienza formalmente mi caminar en Plan B.  Esta es mi historia, y la comparto porque creo que es mi deber contarla.  Atreviéndonos a hablar nos acompañamos, sanamos, y entendemos que no estamos solas.  Con mucho entusiasmo y ánimos estamos al pie del cañón con ustedes, porque GRANDES COSAS LLEGAN A QUIENES LUCHAN.  Ese es #ElMejorPlanB.